lunes, 10 de septiembre de 2018

RIGOBERTO RATXIC: EL CASO HIDDLESTON (7MA PARTE)




Me daba la espalda, mi presencia inadvertida. Por un instante consideré esperar a que se fuera, parado allí sin atreverme siquiera a respirar, dejando la ventana abierta para alejarme inadvertido. En tan solo un día de tenerlo cerca había aprendido a temerle. Más el destino estaba dándome otra oportunidad. Me armé de valor y respiré hondo.
—Oiga,señor Hiddleston—sobresaltado al oír mi voz, Hiddleston volteó a verme. Sus ojos bien abiertos me dieron la idea de un cervatillo asustado. Quería hablar con él, no hacer que salga corriendo, y eso es lo que parecía que iba a hacer. No se me pasó por alto lo risible de nuestra situación: Hiddleston parecía tenerme tanto miedo como yo a él. Tenía que demostrarle...bueno en realidad fingir, si, tenía que fingir un tono amistoso. Entonces recordé lo bien que respondía a su primer nombre.
—Tom —dije, en el tono más inocente que me fue posible y de inmediato casi mágicamente noté como todo su cuerpo se relajaba, esbozó una sonrisa, una sonrisa falsa sin duda—: solo quería—tragué saliva— disculparme personalmente con usted, yo... yo solo quería hacer bien mi trabajo y le...le arruiné el día. Quería decirle cara a cara, de hombre a hombre que lo siento —mentía por supuesto, yo no sentía ni una pizca de culpa,bueno tal vez algo, pero éste patán me provocó y lo otro,de lo otro aún no estaba seguro. Me acerqué un poco más, a la luz del poste cerca del paradero miré sus ojos, los verdes azulados,los pálidos normales. No había peligro. Oh si, había aprendido a identificar ese tonito de verde intenso con el peligro. ¿Y que decía mi instinto? Mi "sentido arácnido" estaba calmado. Todo bien.
—No tiene idea, señor Ratxic de lo importante que es esto para mi, no deseo estar enemistado.— dijo con su suave y elegante voz de perfecta dicción. El sujeto era irritantemente perfecto. Sonrió y me extendió una mano. Inmediatamente la estreché. Sus manos eran suaves, probablemente las manos de hombre más suaves y bonitas que he estrechado, dedos largos de artista. Hiddleston tenía un apretón firme.
—Si, bueno. Siguiendo esa onda de que no quiere andar enemistado con nadie...—
—¿Tiene un encendedor?—
—S-si por supuesto.—no tenía idea de que Hiddleston fumara, su imagen hasta el momento era el de un Príncipe Disney, las ganas de tener de nuevo mi cámara empezaron a aguijonearme—.¿Así que fuma?—
—Lo estoy tratando de dejar, pero este día ahh — soltó una larga bocanada de humo, era un experto—este día, ha sido demasiado ¿No cree?
—¡Absolutamente! una locura ja, ja eh con respecto a esa orden de restricción...
—La orden de restricción se queda, Ratxic —me contestó cortante sin tan siquiera mirarme, los ojos fijos en el cigarrillo que se balanceaba delicadamente entre sus largos dedos, no veía sus ojos, solo sus largas pestañas.
—¿No que no quería estar enemistado? Deme al menos una prueba de buena voluntad. Tener una orden de restricción hará más difícil mi trabajo.Tampoco podré acercarme a otras estrellas que estén con usted y además...—
—Ese es mi taxi. Ya le dije mi respuesta, Ratxic.—finalmente me miró fijamente. Por unos segundos me sentí deslumbrado. Hiddleston era magnético, él era de esas celebridades. Unas son carismáticas, otras son apasionantes y curiosas y otras como Hiddleston irradiaban magnetismo cuando estabas cerca y lo mirabas a los ojos. Sin duda nacido para el estrellato. Mi Nuria estaba enamoradísima hasta los huesos de este sujeto. ¡Lo celosa que la iba a poner cuando le diga que lo tuve tan cerca y en varias ocasiones!

El efecto magnético de Hiddleston finalmente pasó y de nuevo regresé a revisar mi triste situación: Allí estaba yo, humillándome, pidiéndole disculpas y suplicando un favor. Ah pero no, al señorito se le dio por ponerse arrogante. Empecé a hartarme.
—Nos vemos, señor Rátxic, lamento no poder hacer más por usted sin salir perjudicado. O mejor dicho no nos veremos en mucho tiempo. Lo invitaría al compartir el taxi pero el comisario me aconsejó que mantuviera mis distancias.La orden de restricción corre hasta mañana al medio día— aclaró y se dirigió al taxi,aún con el cigarrillo en mano. Abría la puerta y me daba la espalda—. eso me enfureció más. Podía sentir la ira bullendo dentro de mi, subiendo hacia mi cabeza. Apreté los puños y decidí actuar. Iba a demostrarle que a mi nadie me ignoraba.Caminé hacia Hiddleston decidido a darle una buena tunda. Al fin de cuentas le estaba haciendo un favor. Tarde o temprano tenía que aprender la dura lección de la vida: No todo el mundo existía para besarle las pompas y hacerle caso a cada uno de sus estúpidos caprichos. Él no era ningún rey. Nuria seguramente me odiaría por esto, pero...
—¡Hola, Señor Ratxic!— me quedé de una pieza. Sentado sonriente en el asiento del conductor estaba el universitario pelirrojo. Mis planes de vengan...digo justicia se echaron a perder por culpa del super entusiasta fan. El pelirrojo le había ofrecido al actor llevar a casa en su auto nuevo, lo había escuchado hacer esa oferta varias veces en la comisaría. Solo que no pensé que Hiddleston aceptaría. ¿Estaba loco? ¿Aceptar el aventón de un fan posiblemente obsesionado que podría tenerlo secuestrado en su sótano? ¿Y a mi que me importa? Ah si verdad, a mi no me importaba.
—Hola —respondí casi mecánicamente y no con poca torpeza alcanzando incluso a alzar una mano en un gesto atrapado entre el "me rindo" y el "presente, querida profesora"
Hiddleston volteó rápidamente, la mirada en sus ojos evidenciaba que había adivinado mis intenciones. Estaba furioso. Llámenlo paranoia, si quieren, pero al hacer contacto visual nuevamente con Hiddleston cuatro cosas me quedaron claras.Primero, empecé a sentir miedo que en cuestión de segundos fue escalando hasta llegar a niveles de pánico; segundo, alguna especie de ola de energía me empujó. Algo me empujó y me apretó contra el piso, no me queda duda.  Ningún resbalón o tropezón producto de mi torpeza pudo haberme causado tanto dolor y esa falta de aire, tercero, el color de los ojos del actor cambiaron al verde peligroso y cuarto, lo que sea que me estaba pasando era culpa de Hiddleston.
—Quédese allí, si sabe lo que le conviene. — lo oí decir. Mis sentidos estaban algo confusos parecía que Hiddleston me hablaba mientras yo estaba metido al fondo de un profundo y oscuro  túnel. Escuché sus pisadas dirigiéndose al auto, un portazo y finalmente el motor del auto arrancando y alejándose de prisa.
 Después de varios minutos tirado en el piso y cuando el dolor se calmó intenté moverme. Poco a poco y torpemente me puse de pié y traté de limpiar mi ropa lo mejor que pude.Me temblaban las piernas, aunque  no sabía decir si era debido al impacto que recibió mi cuerpo al o al extraño ataque de pánico.  Ese imbécil me la iba a pagar. Miré hacia el banco rojo del paradero, había un hombre sentado muy quieto allí. ¿Por qué no se había percatado de que yo estaba tirado como muñeco de trapo allí tan cerca? Me aproximé lento y adolorido, y a la luz del paradero  reconocí a William.
—Oye, amiguito — saludé con alegría fingida. Pero el normalmente entusiasta estudiante, no me respondió. Parecía muy perdido en sus pensamientos.
—Oye,¿Dónde esta Tom? — insistí. Al oír el nombre de Hiddleston el pelirrojo volteó lentamente y me miró a los ojos.
—Oh, señor Ratxic, hola —dijo suavemente.
—Ehh je , hola, hola ....mmm..¿A dónde fue Tom? ¿Porqué no fuiste con él?
—¿Tom?
—Tom Hiddleston, si.
— Ah, Tom quería conducir solo. Dijo que me bajara.
—¿Y le diste tu coche nuevo! —eran ya cerca de las dos de la madrugada, el sitio bastante solitario ¿Y este sujeto se baja de su auto?
—Tom, me lo ordenó — sus respuestas las daba con pausa, como ido.
— Oye, amigo ¿Te ocurre algo? Vamos a buscar un taxi¿Bueno? ¿Dónde vives?

 William me dio su dirección mecánicamente. En cuanto conseguí un taxi lo tomé de un brazo y el pelirrojo me siguió mansamente. En todo el camino a su casa no dijo ni una palabra a no ser que yo le hablase primero.  Una vez acomodado en el asiento, el pelirrojo no cambió ni una sola vez de postura. Era como si estuviera llevando un maniquí.

Pasada las dos de la madrugada, llegamos a su domicilio. Su madre nos recibió llorosa y alterada. Abrazó y besó a su hijo, pero este apenas si pestañeó. Le dejé mi tarjeta personal a la mujer."Por favor avíseme de cualquier cosa que ocurra con William" le había dicho. No tenía muchas esperanzas de que me contactara en realidad, pero valía el intento. La madre confirmó mis sospechas, no era típico del universitario estar tan quieto. William era más bien un muchacho bastante enérgico y bromista. Tal como lo había visto en la comisaría.  ¿Le había hecho algo, Hiddleston? ¿Lo habría drogado? ¿Había sido yo también la víctima de algún alucinógeno? y si era así como podía probarlo. Llamé a la madre de William desde el taxi y le dejé un mensaje."Hágale pruebas de sangre, que busquen sustancias extrañas, alucinógenas tal vez"  Mis planes de regresar pronto a Estados Unidos se postergaron. No iba a parar hasta poner en evidencia a Hiddleston. Estaba decidido. Todo el mundo, todo el mundo iba a saberlo. Iba a desenmascararlo, a descubrir cualquiera que sea su gran truco.

Llamé al inútil de mi abogado:
— Necesito hacerme análisis de sangre para alucinógenos ahora mismo ¿Conoces algún laboratorio?

—¿QUÉ!



☼ NOTAS

Gracias, como siempre por la paciencia. Ya estoy trabajando en el siguiente capítulo. Dedos cruzados para que lo termine más pronto. Me he propuesto no dejar pasar mucho sin publicar. Aparte que mis otras historias me esperan.

Aquí tienen el link a la primera parte:

http://sacerdotisalokiana.blogspot.com/2017/01/rigoberto-ratxic-el-caso-hiddleston.html

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